sábado

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  Y en verdad eran tiempos difíciles, para los hermanos, los vecinos, las mujeres y nosotros...
   Nada parecía poder detenerla. Ni el hambre de tantos ojos ni el fango de los pies supieron o quisieron dar el alto. Entonces resolviste, de tripas corazón, perpetrar la doma.
  Subían camisas, bajaban pantalones, tenían la cara marrón y las luces de los cines trepándoles la coronilla. Repartían y a veces se les caía una suerte de promesa del sobre. No parecía suceder nada más. Ninguna otra cosa sucedía. Mientras tanto los vecinos han muerto, los hermanos huído, las mujeres parido y nosotros... nosotros no hemos ganado una sola arruga en el traje.

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