viernes

- a pesar del Atlántico y con permiso




  Ellos no lo saben y, ché, eso me da una pequeña ventaja. Yo sabía, mucho antes que vos, que la idea de los barrotes de oro no tenía nada que ver acá. Y, Flaco, que querés que diga, no me apesadumbra demasiado saberlo.
  Todo comenzó, bueno quizás aún esté todo por comenzar, pero digamos que partimos del barrio de Platerías en el mes de Julio hace cinco años. Fue uno de los inviernos más fríos que yo recuerde. Yo andaba siempre corriendo con mi pullóver beige en un vertiginoso slalom por las calles de la ciudad. Buscaba, buscaba afanosamente una esquina donde apoyarme (todavía la busco acá) y recuperarme de la sensación que producían aquellos pibes con tizne en el hocico y en la mirada. Buscaba tan afanosamente que todo lo que buscaba podría haber estado en la siguiente cuadra y ni siquiera haberlo olido. Pero no la estaba buscando ahora a ella.
  Y sí, viejo, como todas las cosas que no buscás, apareció ella parada, con un abriguito diminuto que dejaba al descubierto sus piernitas igualmente diminutas. Me pareció que todo se agrandaba alrededor de ella. Y no sé, Flaco, o yo estaba volviéndome loco o sin duda era ella. Porque a pesar de los años, los guantes, la bufandita tapando sus labios diminutos y fríos y mi afanosa búsqueda que no me dejaba ver más allá de mi hocico, a pesar de todo, ché, a pesar del Atlántico, la reconocí.
  Por aquel entonces andaba la cosa medio revuelta en el país (¿cuándo no, Flaco?) aunque allá en el barrio no notáramos nada más que algunos ecos lejanos que nos traían los noticiosos de la radio. Pero eso allá en el barrio no se advertía. Allá vivíamos en crisis permanente desde hacía ya no sé cuanto tiempo. Nos daba igual que Hoffman agarrara la plata o que Mascherini hiciera volar no sé qué papeles comprometidos. Sólo nos dolían ya los estómagos y los exilios. Las desapariciones y las papas, ché, eran lo que nos mantenía en la crisis permanente.
  Pero a pesar de todo, Flaco, a pesar del Atlántico, ché, ella estaba paradita justo en la cuadra de enfrente. Y, o yo la confundí, con tanto abriguito y sombrero de lana o, y vos dirás lo que sea, en verdad era ella…

5 de Noviembre, París


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